Imagina a un hombre mayor, de rostro amable y ojos chispeantes, que exudan calidez y alegría. Lleva puesto un abrigo rojo que lo envuelve como un abrazo de invierno, y su barba blanca, larga y esponjosa, parece haber atrapado el resplandor de la nieve. Ese es el Viejito Pascuero, un personaje que ha viajado a través del tiempo y de las culturas para convertirse en el símbolo de la generosidad y el amor durante las fiestas navideñas.

Pero, ¿cómo llegó a ser el Viejito Pascuero que conocemos hoy? La historia empieza con un hombre real, San Nicolás de Bari, un obispo del siglo IV que dedicó su vida a ayudar a los demás, especialmente a los niños. Se dice que, en secreto, dejaba monedas y regalos en las casas de los más necesitados. Este gesto simple pero poderoso fue el origen de una leyenda que cruzó fronteras y generaciones.

Con el tiempo, esta figura fue transformándose. A medida que las historias de San Nicolás viajaban de Europa a América, adoptaron los matices y colores de las culturas que las acogían. Así, en Chile, el nombre se adaptó para reflejar algo muy nuestro: “Viejito Pascuero”. En nuestra tierra, la “Pascua” es mucho más que Semana Santa; es sinónimo de celebración y alegría, un concepto que se conecta profundamente con la Navidad. Y “Viejito”, un diminutivo cariñoso, nos hace sentir que este personaje es parte de la familia, alguien cercano que comparte nuestras tradiciones.

Hoy, el Viejito Pascuero no es solo un repartidor de regalos; es un símbolo de esperanza y unión. Cada vez que un niño escribe su carta o espera con ilusión en la noche de Navidad, el espíritu del Viejito Pascuero se renueva. Y aunque su imagen moderna —de gorro rojo, sonrisa bonachona y saco lleno de juguetes— fue popularizada por la publicidad, su esencia sigue siendo la misma: un recordatorio de que dar con el corazón es el mejor regalo de todos.

El Viejito Pascuero, como cada uno lo llama en su rincón del mundo, es mucho más que un personaje. Es la personificación de nuestros mejores valores, de los abrazos que damos sin razón, de las risas compartidas en familia y de la magia que nos hace creer que siempre hay algo bueno esperándonos. Así, año tras año, el Viejito Pascuero vuelve a nuestras vidas para recordarnos lo que de verdad importa: estar juntos, con amor y gratitud.

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