El domingo 13 de abril de 2025 pasará a la historia como uno de los más tristes para las letras universales. Mario Vargas Llosa, el gran maestro de la narrativa en español y una de las voces más influyentes de la literatura contemporánea, ha fallecido. Con él se va no solo un escritor, sino una forma de entender el arte, la política y la libertad.

Nacido en Arequipa, Perú, en 1936, Vargas Llosa dedicó su vida a las palabras. Su legado abarca más de seis décadas de trabajo incansable, dejando una obra que cruzó fronteras y marcó a millones de lectores. Fue parte esencial del «Boom latinoamericano», ese movimiento literario que colocó a América Latina en el centro del mapa cultural del siglo XX. Junto a gigantes como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes, Vargas Llosa transformó la narrativa con una mezcla de realismo, crítica social y profundidad psicológica.

Su novela La ciudad y los perros rompió moldes y escandalizó a muchos por su retrato crudo del autoritarismo en una escuela militar. Luego vinieron obras como Conversación en La Catedral, donde una sola pregunta —“¿En qué momento se jodió el Perú?”— se volvió símbolo de una generación que buscaba respuestas. La fiesta del chivo, por su parte, se convirtió en uno de los retratos más impactantes del poder dictatorial en América Latina, centrado en la figura de Rafael Trujillo en República Dominicana.

Pero Vargas Llosa fue más que un novelista. Fue también un periodista agudo, un ensayista brillante y un defensor incansable de la democracia y la libertad. Nunca tuvo miedo de decir lo que pensaba, aunque eso le costara críticas o polémicas. Su pensamiento liberal lo llevó a participar activamente en política, incluso postulando a la presidencia del Perú en 1990. Aunque no ganó, su participación marcó un antes y un después en la vida política de su país.

En 2010, fue reconocido con el Premio Nobel de Literatura por “su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo”. Ese galardón fue solo uno de muchos: también recibió el Premio Cervantes, el Príncipe de Asturias y varios doctorados honoris causa en todo el mundo.

El mundo pierde una mente brillante, una pluma valiente, un creador de mundos. Su muerte deja un vacío difícil de llenar, pero su legado vivirá en cada lector que abra uno de sus libros. Vargas Llosa nos enseñó que la literatura no solo se escribe, también se vive, se piensa, se debate.

Leerlo será siempre una forma de resistir al olvido. De recordar que la palabra puede cambiarlo todo.

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