Constanza Villalobos Díaz
Frente Feminista
Frente Amplio Ñuble

Diamela Eltit nos ha recordado en sus textos que el triunfo de la lucha de las mujeres por el sufragio femenino no fue un “gesto de benevolencia” otorgado desde arriba, sino una acción colectiva, persistente y profundamente incómoda para el orden de la época. Eltit ha enfatizado que las mujeres no obtendrán nada si no es por su propia organización, su palabra pública y su insistencia-

Esa lucidez es la misma que, décadas después, expresa Amelia Valcárcel, quien insiste en que una democracia que excluye a las mujeres —o que tolera retrocesos en su autonomía— es una democracia fallida. Para Valcárcel, la igualdad no es un “adicional”, es la condición mínima para que la democracia exista como tal. Si se erosionan los derechos de las mujeres, lo que se erosiona es el proyecto democrático completo. Y retrocediendo en democracia, se retrocede en civilización.

Y este punto es especialmente urgente hoy. El avance de la ultraderecha en el mundo nos enfrenta a un escenario real: Esos proyectos políticos son derechamente peligrosos y hoy a Chile le toca mirarlos directamente a los ojos.

Cuando una candidatura como la de José Antonio Kast, plantea restringir derechos sexuales y reproductivos, relativizar la violencia de género, debilitar las instituciones que nos protegen, desmantelar políticas de igualdad laboral, reinstalar lógicas de control sobre nuestros cuerpos o promover un orden jerárquico basado en la obediencia, está comunicando algo más profundo: no solo se abren puertas a retrocesos legales, democráticos o de derechos, sino que se legitima culturalmente a quienes nos odian, a quienes siempre han querido vernos subordinadas, invisibles, obedientes, calladas, a aquellos que hoy vociferan “el problema de hoy es que las mujeres tienen muchos derechos.”

Por eso es imprescindible recordar la lección histórica. Así como nuestras predecesoras —las sufragistas, las escritoras, las obreras, las anónimas— se organizaron para conquistar el derecho a voto, hoy nos toca a nosotras organizarnos para no perder lo avanzado.

Este 25 de noviembre no basta con recordar una fecha ni repetir eslóganes que, con el tiempo, se han vaciado de sentido. Mucho menos se trata de mal utilizar la Biblia, como lo hizo la diputada Concha, para afirmar que las mujeres somos “frágiles como un vaso”. Las mujeres somos fuertes, persistentes, y tan valientes que estamos acá dando la cara a un candidato que le negó a su esposa controlar su natalidad mermando además su posibilidad de gestión profesional e independencia económica. Tan valientes que damos la cara a su niño de manos, Kaiser, que ofrecía medallas de la Patria a los valientes – según sus palabras – que violaran “mujeres feas.”

Este 25 de noviembre exigimos —como lo hemos hecho históricamente— toda la fuerza que nos ha permitido conquistar cada una de nuestras libertades. Porque, como ha señalado Valcárcel, cuando las mujeres pierden derechos, no solo perdemos nosotras: pierde la humanidad completa.

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